viernes, 29 de junio de 2012

Otra vez. Otra vez. Otra vez.


¿Otra vez?


Puede que sí, 
otra caída ante unos ojos de luciérnaga, 
tan verdes y luminosos;

otra vez, sin pretenderlo ni esperarlo,
de hecho, sin esperar nada todavía,
puesto que está tan lejos,
muy lejos
de mi suerte.


Otra vez. Quizá.

Pero ahora, cuando le miro, y casi sin conocerle, 
me lleno de un poco de frío 
(sólo un poco) 
que para el mundo. 


Y cuando me permito un paseo por su cuerpo, en la distancia, 
cambio el frío por un mucho 
(ahora mucho) 
de ternura inconcebible e insensata.


Otra vez. Quizá otra vez. 


Aunque me lo tome a risa, piense "ya pasará", 
y no vea un solo atisbo de reciprocidad 
que alimenta el desvelo


ha entrado en mi sueño.