Quiero los cuarenta y seis besos que me prometiste,
ni uno más
ni uno menos,
todos en fila
y desordenados
paseando sin sentido por tus labios y mi cuerpo,
dejando al azar
el nacimiento de nuevas fuentes
sin culpa
inesperadas
y esperadas
como el juego de cuarenta y seis piedras
que danzan sobre el lecho de un río.
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